La gloria o el fracaso en la distancia de un punto

Foto: Prensa C.A.T.

Columna de opinión: Periodista invitado, Javier Flores de Mundo D.

Ni el más pesimista de sus hinchas podía pensar que Talleres llegaría a la fecha final de la Copa de la Liga sin haberse asegurado la clasificación a la Copa Libertadores 2024. Y mucho menos que en caso de perder contra Independiente, en el Kempes, y dependiendo de los resultados que obtengan Godoy Cruz y Rosario Central, en un par de semanas más, pueda quedarse sin conseguir ése, que es el máximo objetivo y principal que se trazó la dirigencia encabezada para esta temporada.

Pero los números no mienten y la única verdad es la realidad, hubiese dicho el General. De estar tocando el limbo al cierre del último Torneo de la Liga Profesional con la obtención del subcampeonato y con un perfil de juego reconocido y elogiado por propios y extraños, pasó a este presente triste y opaco, en el que como admitió el pasado domingo su DT Javier Gandolfi, tras la dura caída contra Colón 3-0, “el hincha de Talleres no pudo verse representado” como tal, dado el nivel de pobreza futbolística de su equipo.

De los últimos 13 partidos ganó uno, perdió cinco y empató siete, además de ofrecer una respuesta desconcertante en la cancha que lo hace irreconocible para el hincha que se acostumbró al buen juego, los toques y el derroche de goles en los arcos contrarios, como sucedió en el campeonato anterior.

Vamos a tratar de ser optimistas y de pensar que el objetivo se consiga en la última fecha, como aseguró el entrenador tras el partido en Santa Fe, lo que todos esperan. Pero aún así, ha cometido reiterados errores de toma de decisiones en su conducción futbolística, su equipo juega mal y ha demostrado no tener las respuestas en la cancha que esperaba.

Por los motivos que fueren y sin sacarle responsabilidades a Andrés Fassi, quien no reemplazó con jugadores de la misma jerarquía a los que se fueron, con Michael Santos y Diego Valoyes a la cabeza. Pero él aceptó dirigir a este plantel, con esas ausencias, y ya es tarde para lamentos. Ahora, todo se reduce a conseguir un punto más para entrar al repechaje de la Libertadores o los tres para ir a la Fase de Grupos. No tiene más margen.

Y si no lo consigue, por más que haya asegurado que la “T” sea internacional el año próximo con el pase en el bolsillo para la Copa Sudamericana, no seguirá siendo el DT para la próxima temporada. De hecho, ya es milagroso que se haya sostenido en el cargo con semejante campaña en una liga que se ha convertido en una trituradora de técnicos. Y es muy doloroso afirmar esto, cuando se trata de un técnico de la casa, profesional, conocedor del paño y con indudable sentido de pertenencia. Nadie tiene algo en su contra, pero es evidente que en algo está fallando y no puede encontrar soluciones.

Es más: el sostenido bajón de su equipo, la caída en picada en el  rendimiento futbolístico y la falta de respuestas anímicas y de confianza que muestran sus jugadores, más allá de las respuestas de ocasión y las apelaciones discursivas a un apoyo que se debe demostrar más en la cancha que en la palabras, ponen en riesgo su continuidad aún logrando la clasificación a la Libertadores.

En el empate contra Vélez, Rodrigo Garro y los otros jugadores salieron a abrazarlo para mostrar hacia afuera una inequívoca muestra de apoyo hacia el DT. Pero a la otra fecha, en la cancha, que es el lugar donde deben responder, le ofrecieron como regalo una producción futbolística lamentable, justo en el partido en el que sumando sólo un punto, se lograba el principal objetivo. En ocho minutos le hicieron dos goles. No hay margen para excusas.

Talleres fue eliminado de la Copa Argentina, no clasificó a la fase final de la Copa Libertadores y ahora tienen en zona de riesgo su pase a la Libertadores. Está a un paso de la gloria o del purgatorio, del cielo o del infierno futbolístico. Y hay que afirmarlo sin temor: si Talleres no clasifica, para lo que debe sumar sólo un punto contra Independiente, lo de Gandolfi habrá sido un fracaso y una catástrofe deportiva, por reconocido que haya sido su trabajo en los tiempos de buena cosecha. Ni la legión de lesionados que le impidió tener el plantel completo en las últimas fechas, un realidad que indudablemente lo condicionó, le servirá como atenuante.

Porque esto no sólo se trata de resultados positivos y objetivos cumplidos, si no también de formas futbolísticas y, principalmente, de dólares. Muchos verdes, de lo más valiosos y de cara grande, de aquellos que de no obtenerse en tiempo de una crisis económica casi terminal como la argentina, harán imposible la sustentabilidad de un proyecto institucional tan importante y ambicioso como el que impulsa Andrés Fassi desde que asumió al frente del club, allá por fines de 2014 y con el equipo reptando en el Federal A.